El papa Francisco acudirá este jueves a la céntrica Plaza España de Roma para rendir tributo a la Inmaculada Concepción, después de la reciente “inflamación pulmonar” que le obligó a suspender algunos compromisos.
El Vicariato de Roma confirmó ayer en un comunicado la presencia del Sumo Pontífice, que llegará a la plaza romana a las 16 horas, hora local, y será recibido por el cardenal vicario de Roma, monseñor Angelo De Donatis, y por autoridades civiles de la ciudad.
Su salida del Vaticano se dará tras una “inflamación pulmonar” que le obligó a suspender algunos compromisos, como su viaje a la cumbre climática de Dubái, así como a celebrar sus audiencias en su residencia papal, la Casa Santa Marta, y no en el Palacio Apostólico, o delegar la lectura de sus discursos a un colaborador, si bien Francisco ha participado en la audiencia general del pasado miércoles y en una reunión con los obispos españoles.
El Día de la Inmaculada es una de las festividades más importantes y concurridas de Roma desde que el papa Pío IX proclamara este dogma en 1854, animado sobre todo por las muchas peticiones llegadas de España para que reconociera la “concepción pura” de la Virgen María.
El 8 de diciembre de 1857 se inauguró un monumento a la Inmaculada Concepción en la Plaza de España, ante la embajada española ante la Santa Sede, como reconocimiento a los españoles.
Desde entonces, cada año los pontífices acuden a rezar ante el monumento, una columna coronada con una representación de la Virgen, en cuyo brazo los bomberos de Roma, de madrugada, colocan una corona de flores.
Durante el acto, al que también acude el alcalde de Roma, el Papa suele saludar al embajador español ante la Santa Sede, que actualmente es la exministra Isabel Celaá. Ese mismo día, Francisco, que el 17 de diciembre cumplirá 87 años, también pasará por la basílica de Santa María La Mayor para entregar a la Virgen “Salus Populi Romani”, icono bizantino muy querido por los romanos, la “Rosa de Oro”, reconocimiento de origen medieval.
Francisco quiere destacar “la importancia espiritual y el significado profundo” de esta representación de María, a la que se encomienda en cada viaje apostólico.