El conocimiento astronómico de los mayas fue uno de los aspectos más destacados de su civilización. Los mayas desarrollaron un profundo entendimiento del cielo y sus ciclos, lo que les permitió crear calendarios precisos y predecir eventos astronómicos con gran exactitud.
Los mayas observaron el movimiento de los cuerpos celestes, especialmente el Sol, la Luna y Venus, y los integraron en su vida cotidiana y religiosa. Sus observatorios, como el de Uxmal y el Caracol en Chichén Itzá, son testimonio de su dedicación a la observación astronómica.
El calendario maya, compuesto por el Tzolk’in de 260 días y el Haab’ de 365 días, era utilizado para planificar actividades agrícolas, ceremonias religiosas y eventos políticos. Además, la Cuenta Larga permitía registrar fechas a lo largo de períodos extensos, demostrando su habilidad para el cálculo temporal.
La astronomía maya no solo tenía una función práctica, sino que también estaba profundamente entrelazada con su cosmovisión y mitología. Los mayas creían que los movimientos celestes influían en los eventos terrenales, y por ello, los sacerdotes-astrónomos jugaban un papel crucial en la interpretación de estos fenómenos.
En resumen, la astronomía maya fue una combinación de observación meticulosa y significados simbólicos, mostrando una avanzada comprensión del universo que los rodeaba.