La leyenda maya del Chechén y el Chacá narra la trágica historia de dos hermanos guerreros, Kinich y Tizic. Ambos se enamoraron de la misma mujer, la hermosa Nicte-Ha, lo que provocó una intensa rivalidad entre ellos. Kinich era conocido por su amabilidad y nobleza, representando la luz y la bondad, mientras que Tizic, consumido por los celos y el rencor, simbolizaba la oscuridad y el mal.
La disputa por el amor de Nicte-Ha llevó a los hermanos a enfrentarse en una feroz batalla. Durante el combate, la fuerza de sus emociones y su odio mutuo los llevó a la muerte. Al ver esta tragedia, los dioses, en un intento de restaurar el equilibrio, decidieron transformarlos en árboles.
Tizic fue convertido en el chechén, un árbol con savia venenosa capaz de causar gran dolor y sufrimiento a quienes entran en contacto con ella. Kinich, por otro lado, se transformó en el chacá, un árbol cuyas propiedades curativas pueden aliviar el dolor causado por el chechén. Así, los dos hermanos, aún en la muerte, quedaron vinculados para siempre.
Los árboles del chechén y el chacá crecen siempre juntos en la naturaleza, representando el equilibrio eterno entre el bien y el mal. Esta dualidad es un reflejo de la cosmovisión maya, donde la lucha entre fuerzas opuestas es una parte fundamental del orden del universo. La presencia simultánea de ambos árboles en la selva maya no solo es un recordatorio de la trágica historia de Kinich y Tizic, sino también una metáfora de la coexistencia de la luz y la oscuridad, del amor y el odio, en la vida y la naturaleza.
La leyenda del Chechén y el Chacá nos enseña sobre la complejidad de las emociones humanas y la importancia de mantener el equilibrio. A través de esta historia, los mayas transmitieron una valiosa lección sobre la armonía y la dualidad, conceptos que siguen siendo relevantes en la comprensión de nuestro mundo y nuestras relaciones.